No parece buena idea dejar la transición energética a las renovables en manos de los mismos actores que nos han traído hasta el borde del abismo y que, en cuanto pueden, nos recuerdan que nuestras vidas y bienestar están en sus manos
La necesaria transición energética a las renovables que la ciudadanía llevábamos tanto tiempo esperando y demandado, lleva camino de convertirse en un lamentable error. Con su actual desarrollo se mantiene la fantasía de un crecimiento ilimitado en el consumo de energía, mientras se apunta a la tecnología como única solución. En definitiva, nos encontramos ante la última trampa de un capitalismo salvaje que sólo pretende perpetuar su dominio, a costa de aumentar aún más las desigualdades y ahondar en el ecocidio al que nos encamina. Quienes deciden el rumbo de la presente transición energética utilizan la emergencia climática como excusa para que la máquina no pare ni para coger aire, planteando falsas soluciones que pasan por encima de los límites y virtudes de las tecnologías renovables. Una vez superado el negacionismo climático, nos imponen uno nuevo: el que ignora los límites físicos y ecológicos del planeta.
Sin previo aviso, estamos presenciando cómo, en nombre del supuesto bien común y la utilidad pública, se están inundando nuestros territorios y el medio rural de macroproyectos eólicos y fotovoltaicos ante una ausencia total de participación ciudadana. Fuera de todo debate queda el resto de consideraciones que conlleva transitar de una economía fósil a una economía renovable: la irremediable necesidad de reducir nuestro consumo, la necesidad de una ordenación territorial justa y un profundo debate que aborde el reparto equitativo de los beneficios e impactos que conlleva. Sin tener todo esto en cuenta, la transición energética constituye una gran irresponsabilidad.
Cada vez son más las personas que, conscientes de este grave error, exigen una alternativa a la altura del problema y no redoblar una apuesta que nos arroja irremediablemente hacia el colapso civilizatorio. En concreto, desde diversos sectores de la sociedad civil, se está articulando un discurso a favor de una transición basada en un cambio más profundo del modelo energético. En este contexto surge la Alianza Energía y Territorio -ALIENTE-, nacida a principios de 2021 y formada en la actualidad por más de 170 entidades de todo el Estado, que propone y exige una alternativa energética más justa con las personas y los territorios que ven amenazados. ALIENTE surge de la necesidad de denunciar las tremendas injusticias de la transición energética impuesta por las administraciones y los poderes económicos sin un debate profundo, maduro y democrático. Ante ello, ALIENTE se fortalece como una red de apoyo mutuo para todos aquellos territorios que las élites han decidido sacrificar con total oscurantismo.
El modelo centralizado, herencia de la producción de electricidad fósil, condiciona la transición al desarrollo masivo de macroproyectos, perpetuando la concentración del poder y de los beneficios en unas pocas manos. No es por tanto casualidad que se obvie la oportunidad histórica de construir otro modelo energético, que precisamente es lo que nos brindan las fuentes renovables, tanto en su implantación geográfica, pues son distribuidas por su naturaleza, como en los actores que producen la energía, al ser mucho más independientes de las economías de escala que gobernaban la implantación de centrales térmicas y nucleares. Por el contrario, existe un modelo energético a la medida de las fuentes renovables, que acerca la producción de energía a los focos de consumo, más cercano al concepto de km 0, reduciendo los impactos y las pérdidas de transporte, a la vez que abre la cuestión energética a la ciudadanía y permite ganar independencia y democratizarla. En definitiva, un modelo distribuido de renovables que convierta la producción de energía en lo que nunca debió dejar de ser: un bien común fuera de las lógicas de máxima rentabilidad capitalista.
Lejos de que se abra este necesario debate, la ciudadanía se ve avasallada por miles de proyectos, obligada a hacer frente con su bolsillo a costosos procesos de alegaciones y judiciales, forzada a luchar con sus recursos y en una relación totalmente desigual contra una Administración que dice velar por sus derechos. Los megaproyectos energéticos de renovables constituyen un ataque antidemocrático que pretende despojar de futuro a esas comunidades del mundo rural, probablemente humildes y pequeñas, pero ancladas a la tierra y, por necesidad, mucho más adaptadas a sus límites. Esta ciudadanía olvidada, en un ejercicio histórico de solidaridad, grita al unísono un “ni aquí, ni en ningún sitio”: que no pisen sus derechos, ni destrocen sus territorios, que respeten su patrimonio natural y cultural, su calidad de vida y sus propias opciones de desarrollo económico. ALIENTE se postula como altavoz para ese grito, con un relato propositivo, con alternativas, intentando abrir nuevos caminos, nuevas opciones y reclamando un diálogo y un debate urgente, sincero y maduro.
Sin embargo, el poder, en sus diferentes manifestaciones (administraciones, lobby empresarial, ecologismo capitalista, grandes medios de comunicación…), a esta petición de diálogo y análisis está respondiendo faltando el respeto a la ciudadanía. Con todo esto, resulta cuanto menos sorprendente que los principales actores del mundo urbano e industrial, responsables de la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero, acusen a este despertar de neonegacionista climático. Pero más chocante es cuando ese mundo urbano e industrial le acusa de NIMBY (Not in my backyard – no en mi patio trasero), el mismo que demanda y despilfarra una ingente cantidad de energía, el que aumenta insosteniblemente la presión en el uso de recursos naturales, coloniza y acapara territorios y materiales y, en definitiva, obliga a poner todos los patios traseros del planeta a su disposición. Es incluso paradójico que esto se haga, sin haber evaluado y puesto en marcha el tremendo potencial de “su patio trasero”, es decir, del autoconsumo urbano, industrial y residencial. Y lo que es más grave aún, lo hace sin haber evaluado la capacidad de la más que necesaria reducción de consumo. Es absurda esa división entre mundo rural y urbano, si tenemos en cuenta que el acceso a la energía es un bien común, necesario para todos y todas, y que el error del modelo de renovables a gran escala impuesto nos impacta y afecta a toda la población.
Es del todo incomprensible ver cómo se está culpabilizando a las víctimas directas de este error por hacer frente a esta equivocada e imposible transición energética basada en proyectos megalómanos injustos, impuestos e inútiles para hacer frente a la emergencia climática.
Esta cerrazón y mantenido diálogo de sordos está haciéndonos perder una valiosa oportunidad de convertir la fuerza reactiva de una población que se siente atacada, en una fuerza reflexiva, que permita enderezar el timón. Estamos perdiendo la oportunidad de explicar a la sociedad que toda producción de energía provoca impactos, tiene costes ambientales, sociales y económicos, y que debemos ponernos de acuerdo para repartirlos de manera justa, en línea con los aclamados objetivos de desarrollo sostenible. El primer paso es plantearnos que nuestra presente relación con el planeta y entre las personas es insostenible.
Estamos acostumbrados a que el poder político y financiero tilde nuestros posicionamientos de utópicos, fanáticos y apocalípticos. Pero ese mismo poder es el que utiliza los informes del IPCC para justificar sus planes, y olvida las conclusiones de ese mismo organismo científico cuando éstas contradicen sus objetivos inmediatos. Hay que llamar la atención sobre las filtraciones del último informe del IPCC, que concluye que el capitalismo es insostenible, que sin tener en cuenta los límites planetarios y las desigualdades no podremos afrontar de manera adecuada el colapso climático. Consideramos que en el seno de ALIENTE está el caldo de cultivo de un ecologismo lúcido, pujante, decrecentista y realista; el mismo que reclamaba Jorge Riechmann recientemente en este mismo blog, en un momento en el que las evidencias lo señalan como más necesario que nunca.
No parece buena idea dejar la transición energética a las renovables en manos de los mismos actores que nos han traído hasta el borde del abismo y que, en cuanto pueden, nos recuerdan que nuestras vidas y bienestar están en sus manos. Son los mismos actores que no escatiman en propaganda para venderse como “verdes” y “sostenibles”, aquellos que en medio de una escalada sin precedentes del precio de la luz, no pierden la oportunidad de amenazar con dejarnos sin electricidad y secar nuestros embalses en el momento en que el Gobierno Español trata de poner coto a sus desproporcionados beneficios. Precisamente las renovables nos ofrecen la oportunidad de zafarnos de este abrazo del oso y, mediante un despliegue masivo del autoconsumo y las comunidades energéticas, democratizar la energía para independizarnos de este engaño.
A este respecto, la ministra Teresa Ribera manifestaba su preocupación por la subida del precio de la luz y señalaba su incapacidad de modificar el mercado mayorista por el que se fija el precio de la electricidad, en base a la tecnología más cara, generalmente el gas natural, necesario como energía de sustento a las renovables. Sorprende que la Ministra no repare en el potencial del autoconsumo para reducir dicha factura en hogares e industrias, sin necesidad de intervenir ese mercado. Siguiendo esta lógica, parece que el autoconsumo con renovables es la mejor solución para reducir el recibo de la luz en hogares e industrias e independizarnos de ese mercado. Esta reducción, que podría ser de en torno al 50%, parece mucha mejor solución que la propuesta por la Ministra, en la que apelaba a la empatía social de multinacionales y fondos de inversión, cuya trayectoria ha sido siempre la de maximizar sus beneficios a costa de las personas y el planeta.
Desde la Alianza Energía y Territorio hacemos un llamamiento a toda la población, procedente de cualquier territorio, a una multitudinaria manifestación en Madrid el próximo 16 de octubre, para reclamar una transición energética verdaderamente sostenible y participativa. Una transición que, apoyada en las características que nos ofrecen las energías renovables, permita avanzar hacia un modelo energético más justo, que redistribuya impactos y beneficios, que tenga en cuenta los límites del planeta y permita democratizar la energía, recuperándola como un bien común para toda la ciudadanía. Frente a la ofensiva del actual desarrollo renovable contra los territorios, su biodiversidad, sus derechos y opciones reales de futuro, gritamos “Renovables sí, pero no así” y reclamamos un modelo energético que, de una vez, ponga a las personas y la vida en el centro.
Luis Bolonio, Diana Osuna y Álvaro Campos
Artículo publicado en EL DIARIO.ES